El glaucoma es una enfermedad que suele aparecer con el paso del tiempo, de modo que en pacientes en décadas avanzadas de la vida es más frecuente. Glaucoma significa que el ojo está un poco más duro de lo que debería estar y, como es una esfera rellena de líquido y gelatina (no está hueco) y tiene unas estructuras internas blandas, cuando tiene más presión (como un globo demasiado hinchado) sufren sus zonas débiles.
Continuamente se produce un líquido dentro del ojo que es dirigido hacia el interior y que sale por unos microconductos, invisibles a simple vista como es natural, que llevan ese líquido producido en el interior del ojo hacia la parte trasera de la conjuntiva. Cuando el mecanismo de salida falla es cuando se produce el glaucoma.
No es una enfermedad rara, en concreto afecta a más del tres por ciento de la población mayor de 70 años y al dos por ciento de menores de esa edad. El ojo está preparado para soportar bastante presión, pero tiene áreas frágiles y, precisamente, la más frágil de todas es por donde sale el nervio del ojo hacia el cerebro para llevar las imágenes que vemos. Cuando el ojo está demasiado duro, es decir, cuando sube la presión intraocular, poco a poco se va dañando la zona de salida del nervio y se va deteriorando más rápidamente cuanto más alta sea la presión del ojo.
En principio, la presión ocular no debe ser mayor de 22 mm de mercurio, si bien con el paso del tiempo ha ido cambiando lo que se denomina «presión objetivo», que es la que sería deseable para cada persona, algo que el oftalmólogo de acuerdo con las características de cada paciente debe planificar. En personas más delicadas o que tengan mayores riesgos algunas veces conviene que no supere la cifra de 20,5 mm de mercurio. Antiguamente, la medida de la presión era suficiente para tener idea de si estamos ante un glaucoma, hoy día los dos elementos fundamentales para enfrentarnos a la enfermedad son la medida de presión y el análisis de la cabeza del nervio. No olvidemos que, aunque es un elemento muy interesante para la prevención la toma de tensión, no es el único factor que nos puede alertar sobre la presencia del glaucoma. Debe revisarse toda persona mayor de 55 años, los familiares de personas con glaucoma, las personas que han tenido enfermedades oculares de otro tipo o traumatismos oculares, así como los pacientes que son hipertensos, diabéticos o tienen problemas circulatorios; también se deben revisar preferentemente los sujetos de color (tanto africanos como hispanoamericanos).
No es una enfermedad incurable, pero el diez por ciento de las personas pueden acabar perdiendo una cantidad importante de visión; en contrapartida, el noventa por ciento se controlan adecuadamente. Si el glaucoma no se trata sí que puede provocar la ceguera a medio plazo e incluso tratándose hay pérdidas de visión al menos en uno de los ojos en un período aproximado de veinte años, de modo que es una enfermedad para tomársela en serio. Sobre todo, porque aproximadamente el cincuenta por ciento de los pacientes no saben que lo tienen hasta que no van a la consulta y se les puede detectar, ya que es una enfermedad muy traicionera que no da síntomas hasta etapas
muy avanzadas.
Los tratamientos hoy en día han experimentado una mejoría importante tanto a nivel de medicamentos con el empleo de colirios de gran eficacia como a nivel de terapias como la laserterapia o, incluso, la cirugía, en caso de que la medicación con colirio no sea lo suficientemente eficaz.
Firmado: Juan Junceda Moreno, oftalmólogo del Centro Médico de Asturias.