Las úlceras por decúbito son lesiones que aparecen en la piel y los tejidos subyacentes producidas por presión, tracción o fricción, al encontrarse estos tejidos entre dos planos duros: los huesos del paciente y las superfcies de apoyo como cama, silla, férula o yeso.
Esto origina una falta de circulación (isquemia) local por aplastamiento de los pequeños vasos sanguíneos. Se clasifcan en cuatro grados según la profundidad que alcanzan:
• Grado 1: Epidermis con enrojecimiento.
• Grado 2: Dermis superfcial con fictenas o vesículas.
• Grado 3: Dermis profunda e hipodermis.
• Grado 4: El daño llega a músculo, tendones, hueso o articulaciones.
Suponen un problema importante para el paciente, que ve alterada su calidad de vida con dolor, infecciones, curas frecuentes e incluso mutilaciones y muerte. También para su familia, con la consiguiente carga física y psicológica. Además, conlleva repercusiones económicas para el sistema sanitario, pues emplea personal para las curas, consumo en materiales y prolongación de los ingresos hospitalarios.
Hasta el noventa y cinco por ciento de estas lesiones pueden ser evitadas. Es necesario conocer cuáles son los factores de riesgo para predecir qué pacientes pueden llegar a desarrollarlas. Existen escalas que otorgan una puntuación conforme a la condición física del paciente, su estado mental, la actividad que puede desarrollar, el grado de movilidad que tiene y la presencia o no de incontinencia. El factor de riesgo más importante es la inmovilidad, pero también suman la edad, el nivel de conciencia bajo, el estado nutricional, enfermedades graves asociadas, alteraciones sensoriales, características de la piel, así como determinados medicamentos. En los hospitales existen protocolos para el manejo de estos pacientes de riesgo. Se trata ahora de dar una serie de normas para su cuidado domiciliario. La superfcie sobre la que permanezca inmóvil —cama o silla— debe tener un colchón o cojín terapéutico. La ropa de cama ha de estar limpia, seca, sin arrugas y evitando texturas ásperas. Las camas articuladas suponen una gran ventaja. En pacientes que aún mantengan algo de actividad aconsejamos fjar un trapecio a la cabecera de la cama para que le sirva de ayuda para realizar los cambios él mismo. Se intentarán realizar cambios posturales al menos cada dos horas, manteniendo una correcta alineación corporal. La cabecera de la cama no estará a más de treinta grados. Hay que evitar el roce de prominencias óseas entre sí interponiendo cojines o almohadas — entre las rodillas cuando permanecen acostados de lado—. En pacientes con férulas o yesos se han de proteger las zonas de roce con protecciones de algodón. Se debe revisar la piel diariamente para detectar precozmente las lesiones, sobre todo región sacra, caderas, rodillas, talones, tobillos, codos y escápulas si permanece encamado y zonas isquiáticas si lo hace sentado.
Para el aseo del paciente se utilizarán jabones neutros con buen aclarado y secado posterior. Existen aceites y cremas que mantienen hidratada y nutrida la piel, como los ácidos grasos hiperoxigenados —nunca alcoholes—. Evitar zonas húmedas en pacientes incontinentes, con cambios regulares de pañal y con dispositivos para la orina tipo colectores y sondas. Si la piel ya presenta eritema, se puede recurrir a apósitos específcos que amortiguan la presión o vendajes algodonosos. El estado nutricional del paciente es importante, guardando equilibrio entre necesidades por edad y enfermedades que padezca. Hay casos en los que es necesario recurrir a suplementos de aporte calórico-proteico. Se debe evitar la deshidratación aportando al menos litro y medio de líquido diario. Si existen problemas para la deglución hay que valorar espesantes y gelatinas o sondajes. Por último, notifcar a su médico la aparición de puntos dolorosos que se acompañan de cambios en la coloración de la piel.
Firmado: Raquel Fernández Menéndez, Angiología y Cirugía Vascular del Centro Médico de Asturias